Religión 11
Entrega de actividades.
En el correo de entrega escribir en el asunto el número de actividad, grado, asignatura y nombre de quien entrega.
Favor realizar los envíos de sus actividades al correo:
d.ine.carlos.lucumi@cali.edu.co
SEGUNDO PERIDODO
Primer periodo.
Actividad 1, educación religiosa.
Religión
Para resolver la siguiente situación problema que se te presenta a continuación, debes leer, uno a uno, los textos de esta guía pedagógica y responderte los interrogantes que se te formulan. Estas preguntas y respuestas no hacen parte del entregable de la actividad de trabajo autónomo No. 1.
Situación problema: “Hay algunos que dicen no creer en Dios, pero se despiden de uno diciendo, hasta mañana, si Dios quiere...”. ¿Caen en alguna contradicción?
Trata de precisar los siguientes conceptos (Solo para que conozcas su significado – No hacen parte de los interrogantes de la actividad):1. Ateísmo
2. Agnosticismo
3. Antropofagia
4. Teofagia
5. Metempsicosis
Cada vez que un físico teórico, sea de la talla que sea, nos proclama ufano que ha llegado a la conclusión que Dios es innecesario para la creación del Universo, se me dibuja en la cara una media sonrisa. No se trata de estar en contra de esos deseos integradores del todo que tal ciencia universal nos propone, sino más bien me hace reflexionar sobre la escasez de las premisas que tales proposiciones se afanan en presentarnos, y más si tenemos en cuenta que sus propias hipótesis nos hablan de posibles realidades infinitas donde todo entra dentro de lo posible, y por tanto la existencia de una singularidad asimilable a las figuras divinas.
Yo, aún lejos de desestimar la labor de tales mentes, no dejo de pensar que el Antropoceno, como concepto, tiene parcas posibilidades de ser volcado en conjeturas matemáticas, y esto es porque estamos ante una “creación” del hombre, y aunque pudiéramos explicar su física cerebral, el motor, resultaría ajeno a tales conocimientos el por qué de la necesidad de la existencia de los dioses.
«Al principio era
el Verbo,
y el
verbo estaba
en Dios
y el
verbo era
Dios.» Juan 1:1, Biblia
Reina Valera
(1966).
La exaltación mística de ciertos aspectos de lo terrenal está íntimamente ligada a lo esencial. La importancia de acontecimientos tales como la natalidad y el control del medio hacen de su entendimiento un factor crítico, siendo la exaltación de la madre y el conocimiento heredado de los ancestros su medio vehicular. No estamos hablando propiamente de “cultos” sino de rituales de recordatorio donde existen conceptos aglutinantes que plasman el conjunto del saber que se tiene sobre un propósito vital.
La asimilación de estos preceptos como una primitivo culto solamente nos lleva a la controversia sobre si el hombre es un “ser religioso” y sobre si la religión es una cualidad evolutiva, hipótesis que no es aceptable e implica un desconocimiento de la transformación social que supuso acontecimientos como el desarrollo de las economías agropecuarias durante la implantación del Neolítico y que convergen en la utilización de esos mismos conceptos unificadores como detonante para las imprescindibles modificaciones sociales dentro de los grupos de cazadores- recolectores. Así, lo que existe con anterioridad al Neolítico es una idealización de un conocimiento dado y no un número indeterminado de divinidades por encima de la naturaleza del hombre. El quid de la cuestión está en considerar si determinadas utilidades del pensamiento abstracto, que si es una cualidad, deben ser interpretadas como una disposición a la recreación de entes superiores, que como posibilidad es cierta, mas nunca ha de ser tomado como un condicionamiento predefinido. De hecho, todavía en el Neolítico pre-cerámico A de Oriente Próximo se conserva ese paleolítico formato “horizontal” o “terrenal” en las representaciones artísticas o, en todo caso, los símbolos totémicos que relacionarían el mundo de los muertos y el de los vivos, pero nunca aparece el hieratismo vertical, que no se dará hasta bien entrado el Neolítico, fruto de las creencias en estadios superiores.
Pero, ¿Cómo se pasó de ese pensamiento horizontal a ese mundo vertical? Relevantes son las teorías acerca de cómo se sucedieron tales hechos. Desde la predisposición ideológica y de pensamiento hacia los cambios en el mundo de lo simbólico, pasando por que la exigencia de introducir la agricultura como sistema económico por motivos sociales y/o medioambientales y que conduciría a replantearse la perspectiva sobre el lugar que ocuparía el hombre en esa nueva realidad, hasta que los cambios ideológicos y económicos se reforzaran mutuamente.
Como ya hemos comentado, no cabe duda que el ser humano dispone de la capacidad para replantearse su relación con el mundo que le rodea, existe una “predisposición”, lo que no parece tan evidente es que exista una necesidad previa que acicate esa eventualidad. La posibilidad cierta de evolución en el pensamiento del hombre se debe de acompañar de razones que justifiquen esa transformación crítica y estas razones giran en torno a la supervivencia. La adopción de las prácticas agropecuarias como consecuencia de cambios en las condiciones del entorno – técnicas que posiblemente ya se conocieran con anterioridad. De nuevo existe una predisposición – progresivamente implicarían la introducción de nuevas formas de pensamiento social y simbólico ante nuevas coyunturas. Aquí habría que aclarar que el hombre del periodo 1 del ASPRO en Oriente Próximo, 12000-10000 a.C., dominaba su medio, tenía el conocimiento, y su mundo giraba en torno a las dádivas de una Naturaleza totalmente proveedora. ¿Por qué iban a cambiar su visión simbólica? Solamente una “pérdida de confianza” hacia tal Universo, y que había mantenido durante milenios, hará posible un cambio en su forma de pensar.
Parece evidente que la adopción de la agricultura y la ganadería ahondarían más en esa nueva forma de percibir el mundo. Los imprescindibles cambios sociales que conlleva la adopción de tales prácticas reforzarían o debilitarían los antiguos usos en torno a los dos pilares del sentimiento paleolítico. Así, quedaría reforzado el ritual hacia los ancestros, mientras que la posición de la madre quedaría más diluida, ya no se fía tanto a la Naturaleza. Un reforzamiento del papel de los ancestros que quedará plasmado en la acentuación de los rituales de enterramiento y de las prácticas ceremoniales en sus cadáveres. – Ejemplo podría ser el culto a los cráneos que ya se da en el neolítico acerámico A -.
Llegados a este punto, los antiguos directores de los rituales de recordatorio, y el que se basaba conocimiento paleolítico, pasan a ser, además, intérpretes de las veleidades de estas repotenciadas caras de la Naturaleza. Impredecibilidad de lo incontrolable que lleva a la especulación ante la ausencia de un conocimiento cierto y que conduce a la traducción de su comportamiento, no benéfico, como a una falta de atención del hombre, a una irritabilidad, y que es deducida como un castigo. De hecho, esta solución, posiblemente, será utilizada para crear un incentivo psicológico por parte de los conductores de los asentamientos para involucrar a sus pobladores en los nuevos rituales agropecuarios. Conductores de los asentamientos, que al igual que el resto de la población, progresivamente irán especializando sus labores y que llevarán a la posterior creación de las castas sacerdotales.
Por otro lado y en paralelo, según se incrementa la extensión de los asentamientos, se produce la intensificación de lo público con respecto a los clanes que lo integran. Así los antiguos cultos familiares hacia los ancestros comienzan a compaginarse con rituales comunitarios que forman parte de un proceso de integración, y en cuyo desarrollo se procederá a distinguir a determinadas figuras dentro del conjunto de ascendientes por sus méritos hacia la prosperidad del poblado. No sabemos si durante este proceso finalmente se produjo una unificación de todos estos meritorios en una entidad única o por el contrario, si uno de ellos, fruto de la preeminencia social familiar, tomó el papel de portavoz del grupo. A lo que si condujo la creciente mitificación de esta figura, fue la creación del dios patronal. Divinidad patronal que será el portavoz ante el conjunto de las deidades máximas, ya en un proceso pre-urbano, de las rogatorias de individuos y comunidades. No es necesario aclarar que este curso de acontecimientos, en Oriente Próximo, dará como resultado los estados teocráticos mesopotámicos, donde la ya religión estará íntimamente ligada a la economía.
Es cierto que lo hasta ahora presentando en su generalización, no cabe duda que existieron variaciones en los formatos de las teogonías en función del tipo de economía, bien sea ganadera, agrícola o mixta, a lo que habría que añadir las características biotípicas de la región donde se levantaron los poblados o en qué momento de sedentarismo estuvo la sociedad en discusión, así como, y posteriormente, el grado de dependencia de un asentamiento sobre otro. Ésta varianza dará lugar a divinidades que se pueden aunar en tres pautas principales: Ctónicas, cósmicas y astrales, y que serían integradas en los diferentes panteones.
Otro aspecto a considerar dentro de la construcción de las teogonías y su explicación de mundo es el hecho creativo. Mientras que durante Paleolítico lo que se produce es un exitoso proceso de adaptación al entorno, a partir del Neolítico lo que acontece en un progresivo sometimiento de la Naturaleza. Transformación que invita pensar que la Naturaleza puede ser concebida según un deseo y ese deseo de configuración, en sus principios, tuvo que tener un origen por encima del hombre. Dicho esto, habría que aclarar que en los procesos adaptativos se hace innecesario la idea de un principio para las cosas, ya que la base del éxito está en comprenderlas y ajustarse a sus peculiaridades; mientras que en los modificadores se hace necesario conocer su transcendencia.
Apuntado lo anterior, parece lógico pensar que la falta de explicación de un proceso ajeno al conocimiento humano empujaría a engendrar fuerzas superiores, siendo su desenlace la personificación en una entidad, o entidades, de carácter universal como fuente de la creación. Creación que será administrada, y si es necesario modificada, por los diferentes dioses patronales.
En definitiva, hay que entender la creación de los dioses como una herramienta, una “constante matemática”, que tuvo su principio en la corrupción de los rituales paleolíticos como consecuencia de una necesidad: la supervivencia. Una supervivencia que fue condicionada por un cambio climático, el Joven Dryas, y, estos a un aumento tácito de la población en función de las posibilidades de sostenimiento, que hizo inviables los antiguos modos de caza y recolección, empujando al ser humano a una progresiva modificación de sus usos y costumbres. Hemos hablado de corrupción porque los ancestros pasan de ser los garantes de los ritos de recordatorio paleolíticos a ser incentivos, interpretados, de los formatos sociales que exige la nueva economía agropecuaria. De hecho, se crean nuevos rituales acordes que tendrán, posiblemente y por primera vez, un carácter punitivo. Las incógnitas cognoscitivas que generarían los nuevos modos reforzarían la interpretación de los diferentes acontecimientos catastróficos, así como su veleidad, llevando a la creación de entidades superiores incontrolables por el hombre que darán lugar a suplicatorios o ceremonias con el fin de aplacarlas o manejar sus decisiones, y que ira estructurando un pseudo conocimiento en manos de los directores de los rituales. Llegados a este punto, ya tenemos los mimbres para crear las proto-religiones.
La Eucaristía como Teofagia. El ritual: Evolución simbólica del canibalismo afectivo.
02/03/2014 – Publicado por Lampuzo
Nos dice la tradición órfica que, al principio, el ser humano se hallaba en el grado de la animalidad y la antropofagia sin que lo rigiera ley alguna, si exceptuamos la del más fuerte. Sin embargo, un dios, Dionisios, se apiada de la Humanidad y le envía a las diosas portadoras de las leyes, que acaban con tales comportamientos, a la vez que la instruye sobre las prácticas agrícolas. El acontecimiento de abandonar el consumo de tal carne y comenzar con los alimentos que le daba la tierra, supondrá un ideario de civilización para la sociedad del hombre.
El relato mitémico anterior, es un pequeño resumen de lo que supuso la generalización de la actividad de la Agricultura durante el periodo Neolítico, al suponer un nuevo ordenamiento socio-económico en el proceder cultural de la Humanidad. Por otro lado y de igual manera, hace mención a una práctica, el canibalismo, que se extendía como antigua costumbre y común suceso ritual durante el Paleolítico. Ésta entrada hará referencia a la simbiosis de ambos episodios culturales y que evolucionados, se extenderán hasta hoy en día.
Para entender ésta vinculación, debemos acercarnos al pensamiento de filósofo sueco de origen prusiano E. Cassirer (1874-1935). Cassirer nos habla que el hombre, ante su dominio del medio, no puede escapar a sus propios logros. De hecho, no le queda más remedio que aceptar dichos preceptos ancestrales, por lo que no vive realmente sólo en el “universo físico”, sino que también los hace dentro de un “universo simbólico” superpuesto, donde el lenguaje, las ceremonias, el arte y la religión constituyen una parte fundamental de sus vidas. Todo progreso en el pensamiento, y/o experiencia afín al raciocinio, por absurdo que pudiera suponer, refuerza este entramado. Tal es así, que parece como si la “realidad física”, retrocediera en la misma proporción en que avanza ese marco simbólico. En lugar de tratar con la mera realidad de las cosas, el ser humano tiende a “conversar” con ese mundo que el mismo ha creado. Se ha visto envuelto, de forma tal, en formas lingüísticas, en imágenes artísticas, en símbolos míticos o en ritos religiosos, que no puede percibir o conocer nada, sino es a través de ese medio artificial que el mismo ha creado durante milenios.
En el transcurso de entradas anteriores sobre Oriente Próximo, hemos hablado del “sentido horizontal” de las creencias pre-neolíticas natufienses que se extendieron por la “Creciente Fértil” y el Mediterráneo Oriental. Unas creencias, que en el Natufiense Antiguo, años 12500- 11000 a.c. aprox., no se distinguían de los anteriores cultos paleolíticos y Geométrico- Kebarienses: Cultos a la fertilidad humana, personificado en la “Diosa-Madre”; culto a los ancestros como censores y fuente vital de lo vivos; la consideración de ciertos “animales totémicos” como representación particular y propia de las virtudes de los diferentes clanes, a los que habría que añadir la general divinización de diferentes aspectos de la Naturaleza y rituales asociados – Ejemplo pudiera ser los restos humanos del parco osario exhumados en Göbekli Tepe. Apoyando tal hipótesis sobre el tipo de roturas óseas en los restos encontrados con la intención de extraer los tuétanos – a la existencia de un “canibalismo ritual”.
El fenómeno del canibalismo – uno de los mayores, si no el mayor tabú cultural occidental – ha atraído desde siempre la curiosidad del ser humano, especialmente del hombre occidental, pero no solo, toda vez que esta práctica es asimismo rechazable en otros países y culturas – como se puede comprobar sobre todo desde los siglos XVIII y XIX en la literatura y en el XX y comienzos del XXI también en el cine –. La civilizada y ordenada mentalidad occidental ha relacionado dicho fenómeno o bien con culturas primitivas y salvajes, bárbaras en el sentido moderno del término, o bien con comportamientos perturbados o con situaciones de extrema necesidad. Dicho esto, de los sucesos de canibalismo en la Humanidad se tiene constancia de ellos en los albores de los tiempos. Hace 800.000 años, en la cueva de la Gran Dolina, dentro del depósito de restos de los festines de éste gran asentamiento de homínidos ubicado en el yacimiento de Atapuerca, se han encontrado el testigo del más antiguo acontecimiento encontrado, de lo que viene a llamarse como “antropofagia gastronómica”, en seis cuerpos: Los huesos de dos niños, dos adolescentes y dos adultos jóvenes aparecen troceados, con marcas de descarnado y golpes producidos por utensilios de piedra.
Dejando de lado la ancestral antropofagia alimenticia, – Práctica, que de alguna manera, aún conservan nuestros “primos lejanos” homonoideos, caso del chimpancé y descartados, a efectos de nuestro relato, casos actuales de “antropofagia de supervivencia” – el canibalismo ritual puede ser dividido en “exocanibalismo”, alimentarse de extraños o enemigos, y “endocanibalismo”, devorar a propios o bien comerse partes de uno mismo. Si bien la división más acorde con ésta exposición coincidirá más con las proposiciones presentadas por Sagan, 1974, donde el canibalismo ritual se faceta entre “canibalismo agresivo”, extraños y enemigos, y “canibalismo afectivo”, tragarse, y éste matiz es importante.., consanguíneos o amigos, ya sean en vida o fallecidos – Determinados “pactos de sangre”, donde individuos comparten o beben, “tragan”, la sangre mutua, podría ser un ejemplo de tales rituales. La épica germana de los “Nibelungos” también nos habla como el año 437, los burgundios bebieron la sangre de sus caídos antes de su victoria ante los hunos, con la idea de imbuirse valor –. Si bien, ambas anteriores prácticas, pueden englobarse en una idea de “comer para adquirir o conservar” determinados aspectos éticos, físicos, y etcétera, del individuo ritualizado, y que en la vertiente de “adquisición”, está sobradamente expuesta en la mitología greco-romana con los casos de Zeus y Metis o de Saturno y sus hijos, entre otros.
«Y wə-’ā-ḵal-tā /tragarás el pri/ fruto de tus entrañas, la carne de tus banim/ hijos y de tus banot/hijas, los cuales Hashem Eloheicha / Hashem de los Ancestros te concedió, en el Matzor/Pacto con dios, en situaciones desesperadas, en las cuales tus enemigos te acechen. Por tal razón, el ish/hombre que es sensible entre vosotros, y muy piadoso, su ojo será hostil hacia su hermano, hacia su eshet kheyk / mujer de su seno (esposa), y hacia el resto de los banim que le quedaren. Así, el no dará a ninguno de ellos (enemigos) la carne de su banim/ descendencia al tragársela, porque nada el habrá dejado del Matzor, en las situaciones desesperadas en las que tus enemigos te acecharan en todos tus she’arim/aljamas. La mujer sensible y piadosa en medio de ti, la cual nunca se atrevió “a poner la planta de su pie sobre la tierra”, de pura delicadeza y ternura, será hostil hacia su ish kheyk / hombre de su seno (marido), hacia su ben/ padre y hacia su bate/madre, hacia su hermana menor, y (hacia) los “salidos de entre sus pies”, hacia los hijos que diera a luz, a los cuales tragará. Ella los comerá, en situaciones desesperadas, como cosher/ alimento permitido (kósher en yiddish), por todas las secretas cosas del Matzor, en las que tus enemigos te acecharan en todos tus she’arim. Si no quieres ser shomer/ guardián y cumplir kol divrei hatorah hazot/ las palabras de ésta Ley que están escritas en éste sefer/ Libro, que tu mayor temor éste en el gloriosa y poderosa Shem/ Esencia de las Cosas, Hashem Eloheicha » Deuteronomio, 28; 53-58. Biblia Ortodoxa Hebrea.
El anterior pasaje del Deuteronomio, suceso que también se cita en 2 Reyes 6, 26-30, es una posible exposición de ese canibalismo afectivo. Por un lado, tal acción permite “conservar” los aspectos heredados de sus respectivos linajes ancestrales, al devorar tanto a descendientes como ascendientes, y por otro, niega a los enemigos la posibilidad de conseguir tales dones. El hecho que se nombre en el texto a Hashem Eloheicha como el epónimo de dios, Hashem, vinculado a los Elohim o ancestros divinizados, así como su nombramiento como garante deífico de tal suceso, es una prueba evidente de ello. Unido a lo anterior y en igual sentido, el pasaje bíblico hace referencia al “Matzor”, su significancia como pacto con los ancestros y su vinculación con la natividad, como dádiva de los Elohim, – Aquí podríamos hablar de la “fisonomía reencarnativa” de las tradiciones hacia la “Diosa-Madre” del Mediterráneo Oriental Levantino y su probada adaptación a los dogmas de las religiones semítico-occidentales – a la vez que lo relaciona con las conversiones teológicas neolíticas hacia divinidades agrícolas. Recordemos que el vocablo hebreo “matzo”, o “matzah”, hace referencia al pan ácimo de la “Fiesta del Pésaj” – Pretérito Pésaj, o Yom Hahu, que se constituiría posiblemente alrededor del día dieciséis del mes de Nisan, el primer mes del tradicional calendario babilónico-hebreo lunisolar – y que se oficiaría en fechas coincidentes con el equinoccio de otoño, concurriendo al tiempo de la general semítico-occidental “Festival de la Cosecha”, donde se renovaría el pacto entre Adonoi o Tzemach Hashem, el “Hashem Fecundo” (Isaías 4;1-4), y las diferentes tribus de Israel, y coincidiendo con una peregrinación al Templo de Jerusalem. Si bien, con la definitiva adopción de la tesis yahwistas en el siglo VII a.c. por parte de los hebreos, la fiesta pasaría a acontecer en primavera, haciendo referencia a la epopeya del Éxodo y su simbolismo.
A similitud del relato órfico, y que añade una correlación más de dogmas religiosos a lo largo de la costa oriental mediterránea, en Egipto se decía de Osiris, el rey y dios, que había abolido el canibalismo, como parte de su identidad con dios del grano y la agricultura. De alguna forma, el culto a Osiris hace constancia de esa “sustitución alimenticia” al centrar sus rituales en el consumo pan y cerveza, ya que sus festivales se sustentan en “comerse” al dios en sus formas “liquida” y “sólida”, su cuerpo y su sangre. No en vano, su mismo ciclo mitológico nos habla, de manera simbólica, de un grano, el rey Osiris, “despedazado” y posteriormente “reconstruido y manipulado” – Para que el grano molido se transforme en alimento debe ser molido en harina, luego manipulado para hace masa, fermentado y luego cocido en el “Horno de la Fertilidad”: La diosa Isis – para convertirse en un dios que salvará de la muerte a la Humanidad. Por otro lado, Osiris no deja de ser un dios afecto a los ciclos agrícolas, al igual que lo fueron Baal, Adonoi, Haddad/Haddu, Teššub o Dumuzid/Ningišzida, etcétera – Si bien, cada uno afecto a sus propias circunstancias biológicas: Lluvias para los dioses agrícolas del Levante Mediterráneo y Anatolia, la cuenca del Nilo para los egipcios y las vicisitudes de la cuenca del Eufrates y Trigris para los mesopotámicos -, por lo que están sujetos a los dogmas mitémicos de “muerte” y “resurrección”, su “·pacto anual de renovación divina” en espera de la siguiente cosecha, y que se contempla en la “fecundización”, por su mano, de la “Diosa de la Fertilidad”: La Naturaleza.
«Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo que, si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre está en mí y yo en él» Juan 6: 53-56. Biblia Católica Nacar-Colunga.
Llegados a éste punto, algún avispado lector podría llegar a la conclusión que existe una relación entre el “canibalismo afectivo” y la teofagia en su vertiente ritual agrícola, como forma de asegurarse la “vuelta del dios”, que la hay, y ésta a su vez con los principios de la eucaristía cristiana, que la tiene, mas no desde la perspectiva que en un primer momento pudiera suponerse.
A comienzos de la Edad del Hierro, siglo XIII-XII a.c., y tras la “Época Oscura” en Oriente Próximo y el Mediterráneo Oriental, salvo en algunos pocos casos que citaremos, no hubo una línea de continuidad socio-política respecto al periodo anterior. Nacen nuevas realidades políticas cuyas estructuras sociales están más de acuerdo con factores de identidad “nacional” lingüística y religiosa, en sus usos y hábitos, y que podrían coincidir, o no, con una determinada realidad política y que se contrapondrán a los criterios territoriales y/o burocráticos de la Edad del Bronce anterior (C.G. Wagner,
1999). Anexo a éstas tendencias, y como no podía ser de otra manera, la religión tuvo también su episodio de “revolución”.
«…Ninurta es el Marduk del azadón; Nergal es el Marduk de la batalla; Zababa es el Marduk de la contienda; Enlil es el Marduk de la majestad y del consejo; Nabu es el Marduk auditor; Sin es el Marduk que ilumina la noche; Shamash es el Marduk de la Justicia; Hadad es el Marduk de las lluvias…» Pasaje de himno a Marduk, (CT 24, 50, BM 47406, obverse) Periodo Neo-babilónico. Siglo VII-VI a.c.
A finales de periodo kassita-babilonio, siglo XII a.c., esta “transformación” de las improntas divinas se acentúa, como relata M. Liverani, encaminándose hacia un “dios personal único y todopoderoso”. De ésta forma, el creyente establece un vínculo personal con una divinidad única que hará posible su sanación o salvación en detrimento de los avatares que le toca vivir. Esta variación teológica queda reflejada en el texto kassita “Ludlul Bel Nemequi” – En este relato, el héroe, un hombre piadoso es despojado de su salud y riquezas por los dioses sin mediar falta alguna, siendo Marduk, mediante su mediación, quien restituye a Shusbi–meshrû-Shakkan tanto salud como hacienda –. y que reflejaba una reflexión sobre la iniquidad de los formatos divinos anteriores. En ésta nueva relación entre el hombre y lo “divino”, aparece también el binomio “Bien/Mal” en su expresión de lucha entre las “fuerzas negativas” que le acosan y las “fuerzas positivas” que, mediante rituales y plegarias pueden contrarrestarlas – Aunque, desde mi punto de vista, lo que acontece es un “desdoblamiento” de la personalidad divina en sus facetas, llamemos… “maligna” y “benigna” –.
A raíz de la anterior bifurcación teológica, aparece el concepto de “demonio“. Un ente que será hijo de los dioses y la representación de los humanos padecimientos, tanto físicos como económicos, y cuyo propósito es el castigo ante el suceso de su “ausencia de moralidad”. Tales comportamientos éticos emanan de unas conductas establecidas por los propios dioses – Los infortunios surgían como consecuencia de una culpa o infidelidad hacia el dios. Se suponía que únicamente la voluntad del dios protector era la que permitía que las invocaciones de brujas y hechiceros, u otros dioses, a los demonios provocadores de padecimientos llegaran a fin – que además incorporarán otros rituales de tipo mágico y adivinatorio. En contraposición a los “seres malignos” nos encontramos a la pareja bienhechora personal del creyente: El “Ilu” y la “Ashtaru”. El Ilu viene a definir al dios o la “Bienaventuranza Divina”, y a los que se unen otros dioses menores de carácter benéfico, caso de “lamašu” y “shedu”– Como nota anecdótica decir que shedu, también llamados “kerub(u)”, son el origen, en plural, del término hebreo “querubín” – y que refundirían, a lo largo de Oriente Próximo y Egipto, todos los anteriores preceptos agrícolas, hacia los ancestros y hacia la “diosa-madre”, manteniendo, exclusivamente, el simbolismo positivo de los diferentes actores. Tales preceptos, con los avatares propios del tiempo y con algunas incorporaciones de origen persa sasanida, prevalecerán, en cultos principalmente solares, hasta bien entrada la nueva era.
«Cuando llamamos al grano, Ceres, o al vino, Liber, nos referimos a una forma de hablar. ¿Hay alguien tan loco como para pensar que se está comiendo a un dios…?» Pasaje de “Natura Deorum”, libro III, XV, 41. Marco Tulio Ciceron. Siglo I a.c. Como he mencionado antes y en contrapunto, existieron corrientes religiosas hacia la Naturaleza que subsistieron y resurgieron evolucionadas alrededor del siglo VI a.c., tras el general “cisma teológico” del II milenio a.c. en Oriente Próximo y el incremento de la impronta de la Hélade griega en el Mediterráneo Oriental. Éstos cultos, que tenían un fuerte componente mistérico, estaban, por una parte, basados en la antigua simbología y rituales de los cultos hiero gamos, y, por otra parte de cultos agrícolas que un día se extendieron por el Mediterráneo Oriental. Así, éstas creencias se acompañaban de algunos de los preceptos principales de aquellas, tales como la reencarnación y los conceptos asociados a la metempsicosis del alma. En relación a estos acontecimientos, consecuencia del auge tracio-macedonio y frigio durante los principios del I milenio a.c, aparecen los cultos a Sabazius – una versión de Dyaeus o “Dyaeus Pitar”, el común dios solar supremo indoeuropeo desde el Paleolítico. Según la mitología griega, hijo de Cibeles/Attis – unidos también a las antiguas devociones al dios Pan. Fruto de éste sincretismo religioso – cultos hierógamos, solares y agro-naturales
– aparece la figura de una nueva entidad deífica: El dios Dionisos.
Dionisos, según el mitema griego, fue hijo de Zeus y Semele, la diosa que incitaba a la pasión a las mujeres. Las ninfas del monte Nisa – Monte Nisa que muy posiblemente corresponda con el Monte Sipilo, ancestral residencia de la “Diosa- Madre” anatólica Cibeles – le criaron, tras desarrollarse su feto cosido a la pierna de Zeus tras la muerte de su madre, en una sombría gruta – Las ninfas personifican a los diferentes aspectos de la Naturaleza. Aparecen asociadas a la diosa
Artemisa y/o Demeter, la versión griega de la antigua diosa cretense Potnia Theron, y al dios Pan -, cuyas paredes estaban recubiertas por los pámpanos de una frondosa vid y que crecía al mismo ritmo del dios. Con el tiempo, el joven dios, se convirtió en “Señor de la Naturaleza Agreste” y cuya corte principal la componían sátiros, silenos y ninfas.
Durante las fiestas en honor del dios, las Dionisíacas, sus adeptos alcanzaban tales niveles de éxtasis que creían que su alma se unía a la divinidad (S. Segura, 2012). Un hecho significativo, y a diferencia de los cultos de Oriente Próximo del II milenio a.C. antes comentados, es que cualquiera, independientemente de su nacionalidad, podía acceder y participar en sus rituales, lo que beneficiaba la expansión de su culto.
A su vez, y durante la dinastía Ptolomea en Egipto, a partir de siglo IV a.C., y ante la semejanza entre los cultos hacia Isis y Osiris, y Dionisos, y de forma recíproca, se influenciaron en sus dogmas y rituales. Tal es así, que por ejemplo en las Dionisíacas se incluía a menudo una comida ritual en la que los fieles “tragaban” al dios y se hacían partícipes de su divinidad, al igual que ocurría en las Bacanales del “Dionisos romano”, Baco, donde se bebía vino y se comía para ser “poseídos” por el dios. (J.L. González, 2010). De hecho, la conversión o transubstanciación según el dogma católico, del pan y del vino formaban parte del común ritual dionisíaco romano, tal y como critica Cicerón en siglo I a.C. en su “De Natura Deorum”.
Dicho esto, aunque parezca sorprendente, los cultos agrícolas hacia Yahweh – Sabiendo que el término “judío”, “ioudaioi” en griego, procede de un seguidor de las creencias hacia Dionisos y llamado Oudaios, mal asimilando los Sabbath hebreos con los rituales hacia Sabazius. Decir, como anécdota, que el sinónimo de “akelarre” proviene de la misma asociación –, nunca se vieron influenciados por las creencias egipcias y macedonias, debido a ese “poso puritano” del dogma Hebreo, por más que insistiera en ello Seleuco Nicator en el 168 a.c. y que pasajes de Macabeos pueden atestiguar. Si bien, si conservaría toda la simbología de las fiestas hacia la Fertilidad, antes mencionadas, así como a sus rituales, existiendo un diluido nexo de “comunión” con dios que heredaría como premisa el cisma judío de Josué/Jesús y el cristianismo de Paulo, el Hebreo nacido en la ciudad de Tarso y de educación greco-anatolia.
Miguel de Unamuno: Creer
o no
creer, esa es la cuestión
20/07/2018 – Digital Question - Kintto Lucas | Periodista y escritor Uruguayo - Ecuatoriano
Miguel de Unamuno, vivió una profunda contradicción filosófica durante su vida sobre creer o no en Dios. Si William Shakespeare se preguntó a través de Hamlet “ser o no ser”, podríamos decir que Miguel de Unamuno vivió la contradicción de “creer o no creer”. «Ser o no ser, ésa es la cuestión», frase pronunciada por Hamlet coloca en el centro de la obra, la lucha interior del personaje entre la vida y la muerte. Es una dura contradicción interior: resolver la duda si es de mayor nobleza seguir su destino de lujos y riquezas o suicidarse y así terminar con sus penas.Unamuno, en cambio, coloca en el centro de su vida, y lo traslada a su obra, la lucha entre racionalidad y espiritualidad que se libra dentro él. En esa batalla diaria va cambiando su visión, de acuerdo a la realidad de cada día. Entonces un día los avatares de su vida lo llevan a ser creyente y otra a declararse ateo, o a querer ser ateo. Es parte de una crisis existencial que se une a otra crisis existencial provocada por la duda permanente de no sentir que su obra poética era reconocida. Con esas dos dudas convivirá hasta su muerte, y se reflejarán en su obra.
La crisis sobre la falta de reconocimiento poético, tal vez se generó por el hecho de que la mayor parte de su poesía fue escrita después de cumplir los cuarenta años. Eso se evidencia al responder una carta del escritor uruguayo Juan Zorrilla de San Martín, al analizar su creación poética. «Yo apenas escribí versos hasta pasar de los treinta años, y la mayoría de ellos, la casi totalidad, después de traspuestos los cuarenta […]. Son poesías de otoño no de primavera.» (Carta a Zorrilla de San Martín, 1906).
La crisis sobre la creencia en Dios, tal vez se generó en su propia filosofía de vida y dentro de ella en su visión sobre la religión, que la desarrolla en su ensayo Mi religión:
Nadie ha logrado convencerme racionalmente de la existencia de Dios, pero tampoco de su no existencia; los razonamientos de los ateos me parecen de una superficialidad y futileza mayores aún que los de sus contradictores. Y si creo en Dios, o, por lo menos, creo creer en Él, es, ante todo, porque quiero que Dios exista, y después, porque se me revela, por vía cordial, en el Evangelio y a través de Cristo y de la Historia. Es cosa de corazón. Lo cual quiere decir que no estoy convencido de ello como lo estoy de que dos y dos hacen cuatro. (Unamuno, pp.4, 1907)
1907 y La oración de un ateo de 1910.
En Id con Dios, desde su primer verso se evidencian sus dudas sobre Dios y su creación poética: “Aquí os entrego, a contratiempo acaso / flores de otoño, cantos de secreto”. (Unamuno, s.p. 1907).
En un solo verso, Unamuno entrega a Dios su obra poética, de la cual duda por haber surgido en el otoño de su vida (“flores de otoño”), como le dijo a Zorrilla de San Martín un año antes. En este poema se muestra tan creyente en Dios, que llega al punto de poner en sus manos el reconocimiento o el olvido de su poesía.
Les pongo en el camino de
la gloria
o del olvido; hice ya por
ellos
lo que debía hacer; que por
mí hagan
ellos lo que me deban, justicieros.
(Unamuno, s.p. 1907).
También, sus versos son
una forma
de provocar
a Dios
para que
demuestre su existencia, haciendo que
se reconozca
una poesía que vino
con él
(“con Él
vinisteis”). Se evidencia además una
lucha entre
racionalidad y espiritualidad
Íos con
Dios, pues
con Él
vinisteis
en mí a tomar, cual carne
viva, verbo,
responderéis por mí ante
Él, que
sabe
que no es lo malo que
hago, aunque
no quiero,
sino vosotros sois de
mi alma
el fruto;
vosotros reveláis
mi sentimiento,
¡hijos de
libertad! y no mis obras
en las que soy de extraño
sino siervo;
no son mis hechos míos, sois
vosotros, y así no de ellos
soy, sino
soy vuestro.
(Unamuno, s.p. 1907).
En “La oración de un ateo”,
Unamuno cuestiona a Dios y
muestra el conflicto interior sobre
su existencia.
Eso se
vincula con el conflicto sobre su
propia existencia y la existencia
del ser
humano que de alguna forma
se esbozaba
en Id
con Dios. El conflicto entre racionalidad
y espiritualidad
se mantiene.
Por un
lado, recurre
a él
y por
otro dice
que es
solo una
idea, una creación del
ser humano.
Sin embargo,
en contraposición
coloca su propia existencia en
la existencia
de Dios
y parece rogarle que demuestre su
existencia. Como señalaba antes, parece
que los
avatares de su vida lo
hacen vivir
en la duda
de creer
o no
creer. Está sufriendo y niega
a Dios
pero recurre
a él.
Es una
representación de la cotidianidad de muchos creyentes que en
sus momentos
difíciles niegan a Dios porque
no los
ayuda, pero ruegan que los
ayude. Unamuno representa ese sentimiento dando
a su
poesía un contenido filosófico sobre
la existencia.
¡Qué grande eres, mi Dios! Eres
tan grande
que no eres sino Idea; es
muy angosta
la realidad por mucho
que se
expande para abarcarte. Sufro yo a tu costa,
Dios no existente, pues si Tú
existieras existiría yo también
de veras.
(Unamuno, pp.4, 1907)
En otros
párrafos del ensayo Mi religión,
Unamuno desarrolla un poco más
sus dudas
sobre Dios
y la
religión.
En el orden religioso apenas hay
cosa alguna
que tenga
racionalmente resuelta, y como no
la tengo,
no puedo
comunicarla lógicamente, porque sólo
es lógico
y transmisible
lo racional.
Tengo, sí, con el afecto,
con el
corazón, con el sentimiento, una fuerte
tendencia al cristianismo sin atenerme
a dogmas
especiales de esta o de aquella confesión
cristiana. (Unamuno, pp.4, 1907)
Y bien, se me dirá, «¿Cuál
es tu
religión?» Y, yo responderé: mi
religión es buscar la verdad
en la
vida y
la vida
en la
verdad, aun a sabiendas
de que
no he
de encontrarlas
mientras viva… (Unamuno, pp.4, 1907)
Más allá de ciertas diferencias remarcadas,
las dos
poesías son un ejemplo de
toda la
obra de
Miguel de Unamuno, en la que
se presenta
una permanente
lucha interior
entre existir
y no
existir, ser racional o espiritual
y creer
o no
creer.
2. ¿Es válida la disyuntiva que se planteaba Don Miguel de
Unamuno?
3. ¿Pudo Don Miguel de Unamuno resolver su disyuntiva?
11 de Julio de 2015 –
Héctor M. Guyot – La Nación
En la sexta temporada de
The Good Wife, a Alicia Florrick la
convencen para que se postule
al cargo
de fiscal
general. Viejo y simpático zorro, su
jefe de
campaña le dice que debe
esconder su ateísmo ante el
electorado. Ella le responde que no puede hacerlo, porque
en verdad
no cree
en nada
más allá
de la
muerte. Su jefe de campaña
insiste y ella habla con su
hija, quién
por las
suyas, y ante la sorpresa
de la
madre, se ha vuelto una
devota cristiana. En medio de
su debate interno y de sus
tironeos, Alicia quiere saber de
qué está
hecha una
fe. Sin
estridencias, The Good Wife
cifra en ese episodio distintas dimensiones de
la religión
en la
vida humana:
la íntima,
la social,
la política.
Algo parecido puede leerse en
el viaje
que el
Papa está
haciendo por América latina. Lo
complicado es que aquí tampoco es posible discriminar tajantemente
entre las
diferentes dimensiones que la religión
tiene. Las palabras que pronuncia el Papa son un
buen ejemplo.
Allí donde
algunos ven una imperecedera verdad evangélica dirigida al
alma, otros leen una sentencia política
que apunta,
aquí y
ahora, a los oídos de
poderosos con nombre y apellido.
La misma
naturaleza elíptica y metafórica
del discurso
religioso favorece la multiplicidad de sentidos, algo de
lo que
el Papa,
que conjuga en su ministerio lo
íntimo, lo social y lo político, parece
ser particularmente
consciente.
Como asunto humano, es inevitable
que la
religión se manifieste en todos
estos aspectos
distintos. Así opera también el
arte, otra vía de
la trascendencia.
De todas
maneras, sospecho que la religión,
y no
sólo la
católica, debería tender cada vez más
a la
dimensión de lo íntimo y
de lo
privado, relegando lo demás. En
beneficio de Alicia Florrick, yo
separaría la política de la religión,
que nace
del impulso
humano a vivir experiencias trascendentes que luego eventualmente
se traducen en la creencia en
Dios o
en algo
que nos
espera más allá.
Para mí, la religión es
experiencia. La trascendencia se experimenta
o no.
Cuando ese impulso humano hacia
una mayor
espiritualidad se cristaliza en
creencias, en dogmas y en doctrinas la
cosa se
complica. En el plano individual,
se divorcia
al sujeto de su
experiencia. En el social y
el político,
empieza la lucha por la
hegemonía. Una lucha que puede
tornarse violenta, porque todos
aquellos que profesan una fe
sin fisuras
sienten, nunca entenderé por qué,
una irrefrenable
necesidad de evangelizar. Incluyo aquí a los
que, en
la vereda
de enfrente,
enarbolan un ateísmo militante, como
Richard Dawkins o Christopher Hitchens, que
mientras agonizaba de un cáncer
de esófago
escribió con su sarcasmo de
siempre: "Si me convierto
será porque
es preferible
que muera
un creyente
a que
lo haga
un ateo".
Cuando somos chicos, creer es
fácil. Hasta cierta edad yo
iba a
misa con
mis amigos
todos los
sábados por la tarde. En
parte, lo confieso, para
encontrarnos con las chicas a
la salida,
en el
atrio de
la iglesia.
Nunca me
voy a
olvidar de la emoción que me
embargó durante una lectura teatralizada
de la
pasión de Jesús, en una
misa de
Semana Santa. Hasta me pregunté si
no tendría
pasta de
santo. Cuando crecemos, creer es
más difícil.
Hay que
ponerle empeño, y la vida
ofrece una cuota considerable
de esfuerzos
y sacrificios
como para
andar buscando
un suplemento
en la
religión.
La experiencia trascendente es otra
cosa. Eso
es lo
que hace
la diferencia,
como sugiere
Claudio Magris, para quien la
humanidad se divide entre
aquellos que creen que hay
algo más
y los
que piensan
que aquí
se acaba
todo. Hay
en ella
algo que no manejamos: esa luz
de otro
mundo viene
y se
va, casi
siempre de modo sorpresivo o
caprichoso, aunque suele dejar huella.
Así como aquella misa de
Semana Santa, también recuerdo las
tardes en el río Amazonas.
Habíamos embarcado en Iquitos, en cuyo
precario puerto había visto chamanes
o farsantes
con serpientes
enroscadas al cuello que vendían
polvos para el amor
o la
enfermedad. Viajábamos en el Jaquelinita,
un pequeño
barco de
madera donde de noche, para
dormir, colgábamos en la
cubierta nuestras hamacas Paraguayas. Por
la tarde
subíamos al techo. Allí, sentados,
contemplábamos la caída de
la noche
sobre el
río y
la selva.
Con el
ruido del
motor de
fondo, asistíamos al momento mágico en que la luz
desaparece. Yo sentía entonces una
súbita revelación. Por unos instantes
una belleza
desconocida me causaba la ilusión, acaso
cierta, de que algo puede
durar para
siempre.
Creer o no creer, esa es la cuestión.
Diario digital Siglo XX – Agosto
21 de
2013 -
Francisco Rodríguez
Si Dios es la verdad, es esta verdad la luz definitiva para orientar nuestra vida
Hay gente que dice que cree
en Dios,
otros dicen
que no
creen que
exista, otros ni se lo
plantean. De los que dicen
que creen, a muchos no se
les nota
que ello
signifique algo serio e importante
en sus
vidas. De los que dicen
que no
creen, unos luchan por convencer a
los demás
de su
inexistencia, aunque no es fácil
comprender el tesón que ponen
en su
ateísmo, en buscar razones
para negarlo
y propagarlas.
Los que
ni siquiera
se lo
plantean, viven el sin sentido
de preferir
el bien al mal o la verdad a
la mentira,
sin tener
nada en
que apoyar
su propia
razón.
Nuestra razón es suficiente para descubrir
que algo
tan grande
como el
universo, tan maravilloso y complicado
como la
vida, la tendencia de todo lo
creado a ser de mejor
manera, exigen un punto de
partida fuera del universo y
del tiempo,
de Alguien capaz de
llamar a la existencia a
toda la
creación, una creación que el
hombre comprueba está hecha con
número, peso y medida,
con sabiduría
inabarcable.
Este Alguien existente en sí mismo
yo soy
el que
soy en
quien vivimos,
nos movemos
y existimos,
creó al
hombre a su imagen: dotado de
inteligencia, dotado de razón y
semejante a Él por su
capacidad de amar. La creación
del hombre
es un acto
del amor
de Dios
que espera
ser correspondido.
Pero la relación amorosa de Dios
con los
hombres no podríamos conocerla si
Él mismo
no nos
la hubiera
manifestado. Amor de Dios
que va
más allá
de la
rebeldía del hombre que creyó
poder ser
como Dios
e introdujo
en nuestro
mundo el
mal, el dolor, el sufrimiento y
la muerte.
Es curioso
que los
que dicen
no creer
en la
existencia de Dios, tampoco expliquen la terrible presencia del
mal en
el mundo.
Creer que Dios ha hablado a
los hombres
y prometido
salvarnos del mal, forma parte
del contenido
de la
fe. La
fe no
es el resultado
de ningún
esfuerzo humano, sino un don,
un regalo,
del mismo
Dios que
lo ofrece
muchas veces a lo largo de
nuestra vida y que podemos
acoger o rechazar. Dios quiere
establecer con cada uno de
nosotros lazos de amor, lazos de
salvación, pero Dios que te
creó sin
ti no
te salvará
sin ti.
La paciencia
de Dios
es nuestra
salvación dice una carta de San
Pedro, pero si alguno se
condena es porque se empeñó
en condenarse.
Si creemos que Dios se nos
ha revelado,
lo que
nos haya
dicho a
lo largo
del tiempo
y por
último a través de Jesucristo,
su Hijo, muerto y resucitado por
nosotros, adquiere una enorme importancia
y trascendencia.
Amar a
Dios sobre
todas
las cosas no es un simple
consejo sino una necesidad vital.
Muchos de los que lo
recitan cada domingo no parece
que se
lo tomen en serio, su vida
no es
radicalmente diferente de los que
no creen.
Si Dios es la verdad, es
esta verdad
la luz
definitiva para orientar nuestra vida.
Todo lo
demás hay
que examinarlo
a esta
luz. Jesús nos mostró
al Padre
que nos
ama y
nos dijo
que Él
es el
camino, la verdad y la vida y
nos invitó
a seguirle
sin excusas, sin demoras, amando a
nuestros prójimos como a nosotros
mismos.
Creer o no creer, esa
es la
cuestión. Pero creer de verdad.
1. ¿Qué significa creer de verdad en los dioses o en dios?
2. ¿Necesitamos de la fe en nuestras vidas?
El ateísmo es difícil de definir y
clasificar en términos absolutos, ya que no
existe ningún consenso respecto a
cuándo se empieza a
creer y
cuándo no, o qué requisitos
se necesitan
para adscribir
al ateísmo.
Por eso,
es usual
que se lo considere afín al
agnosticismo, aunque no sean exactamente
lo mismo.
De manera similar, distintas variantes
filosóficas y tradiciones de pensamiento pueden ser catalogadas de
ateas. Esto ocurre cuando sus razonamientos
materiales, empíricos o incluso científicos
se oponen
a los
conceptos religiosos tradicionales.
Origen del ateísmo.
Epicuro.
Luego, en la Antigua Roma, su obra fue retomada por Lucrecio Caro.
Estos autores negaban la existencia de lo sobrenatural.
Por el contrario, sostenían que el mundo por completo se compone de materia y ésta se compone de átomos. Este fue el primer alegato ateo de la historia.
el Islam lo hacía
en el
Medio Oriente
y África,
etc.
Lo más cercano al ateísmo eran
las
religiones no teístas de la
India, como el Budismo.
Estas creencias,
en lugar
de venerar a un Dios, plantean el autodescubrimiento
y la
introspección como el camino a
la iluminación.
Por otro
lado, sostenían la posibilidad de un
renacimiento luego de la muerte.
La Revolución
Científica de los siglos
XVI y
XVII dio un duro golpe
a la
religión europea, que había dominado
la cultura durante 15 siglos. Pensadores
como Copérnico, Galileo, Hobbes,
Spinoza y Leibniz defendieron la
razón humana
como alternativa a la fe ciega.
Junto con estas posturas científicas,
se
abrieron camino nuevas corrientes filosóficas
materialistas. A ellas se
sumó el marxismo,
en el
siglo XIX,
que planteó
mediante un razonamiento científico el
vínculo entre la religión y
la explotación.
La frase que simplifica esta postura
es “la
religión es el opio de
los pueblos”.
Durante el siglo XIX y el siglo XX
aparecieron
teorías, como el psicoanálisis, que ofrecían explicaciones
alternas a las revelaciones de los
místicos y todo tipo de
fenómenos hasta el momento inexplicables.
Esto fundamentaba
y al
mismo tiempo era posible gracias al
pensamiento ateo.
El problema del mal, es
decir, la existencia del mal
y el
sufrimiento, que es difícil de
congeniar con la idea de
un dios protector omnisciente, todopoderoso y bondadoso.
El Argumento de las
revelaciones inconscientes, también llamado “el
problema de evitar el infierno
equivocado”:
la mutua exclusión implícita en las
revelaciones de los profetas y
místicos de las distintas religiones
de la
historia, puede interpretarse
como prueba
de que
son sólo
una creación
humana.
El Argumento del ocultamiento divino, cuya premisa es
que si
existiera una o varias divinidades,
habrían creado una situación razonable para
manifestarse a la humanidad, pero
no lo
han hecho,
lo cual
permite la duda sobre
su existencia.
¿En qué creen los ateos?
Los ateos creen que los
conceptos de dios, divinidad y
lo
sobrenatural son creaciones humanas,
vinculados con las tradiciones, los mitos y las
leyendas. Por lo
tanto, no tienen ningún tipo
de existencia
real y
efectiva.
Los ateos no necesariamente
cuestionan los modos de creencia
en Dios, ni tampoco persiguen
su ausencia.
Simplemente carecen de dichas
preocupaciones, su mundo es un
mundo material.
Tipos de ateísmo.
Ateísmo implícito. Se refiere a todas aquellas personas que carecen de formación
religiosa o nunca han sido
expuestas a ideas teístas,
como los
recién nacidos, quienes no creen
en Dios
sin que
exista un rechazo explícito y consciente.
Ateísmo explícito. Todo lo contrario al anterior: aquellas
personas que conocen las ideas
teístas pero las rechazan, es decir,
que hacen
explícito su ateísmo. Estos ateos
pueden a su vez dividirse
en fuertes
o débiles:
o Ateos explícitos
débiles. Personas que no creen
en la
existencia de un dios, a
pesar de
tener conocimiento
de religiones
o ideas
teístas, pero que no se
niegan de plano a la posibilidad de
que
un dios tal vez exista.
o Ateos explícitos fuertes. Personas que no creen en
la existencia
de un
dios, a
pesar de
tener conocimiento de religiones
o ideas
teístas, y que suscriben totalmente
la afirmación
de que
ningún dios existe de ninguna manera.
El fundamento filosófico ateo
puede explicarse
de acuerdo
a dos
vertientes:
Ateísmo práctico. Es el que se ejerce cuando se vive la vida sin prestar atención a la existencia de dioses, de lo tan asumida que se tiene su ausencia. Para los ateos prácticos la existencia o inexistencia de un Dios no tiene efectos pragmáticos verdaderos, por lo que se manifiesta una total indiferencia Ateísmo teórico. Es aquel que de manera explícita ofrece argumentaciones y planteamientos con el objetivo de probar que Dios no existe, echando mano a argumentos ontológicos, epistemológicos, lógicos y metafísicos.
Ateísmo y religión.
No todas las religiones rechazan
de plano
el ateísmo. Para algunos sistemas de
creencias como el budismo, el
jainismo o el hinduismo,
ser ateo
es un
camino válido hacia la iluminación,
aunque desprovisto de la ayuda
divina.
Otras formas religiosas como el raelismo,
el sinteísmo,
el neopaganismo
y el
wicca, no existe mayor
problema respecto a los
ateos.
Diferencias entre ateísmo y agnosticismo.
A diferencia del ateísmo,
que niega de entrada toda posibilidad
de divinidad
o mundo
sobrenatural, el agnosticismo considera la naturaleza,
existencia e infinitud de Dios
como algo
posible. Sin embargo, lo considera
inaccesibles al entendimiento humano.
En ese sentido, los
agnósticos no se niegan a
la posibilidad
de que
Dios exista, pero
dudan de
que su
existencia sea algo comprensible y demostrable
en términos
humanos. Es decir que no
esperan un confirmación ni por
parte de
la ciencia
ni de
la religión.
Por última vez, muy en
tu interior, responde estos interrogantes después de leer el texto anterior:
2. ¿Puedo explicar a los demás
por qué no soy ateo?
Los archivos de esta actividad se pueden enviar desde un celular, tableta o computador.
Cuando envíen archivos desde su celular deben tomar la foto del cuaderno o de sus hojas en un sitio con buena luminosidad.
1. “Hay
algunos que dicen no creer
en Dios,
pero se
despiden de uno diciendo, hasta
mañana, si Dios quiere...”.
¿Podemos decir que el
punto fundamental
en la
anterior afirmación es la discusión
entre quienes
defienden la creencia en
Dios, si
existe o no un ser
superior que guía los pasos
del ser
humano o controla sus acciones y
entre quienes
piensan y sostienen que ese
ser superior
no existe?
¿Por qué?
2. ¿Consideras que son
necesarias las prácticas de “teofagia”
que se
realizan en la mayoría de
las religiones del mundo? ¿Por qué
lo consideras
así?
3. ¿Podemos burlarnos de
las prácticas
de “teofagia”
que se
realizan en algunas religiones? ¿Por
qué?
4. ¿Piensas
que hay
unas religiones,
mejores que otras? ¿Por qué
lo piensas?
5. ¿Podemos
decir que
para Darwin,
el hombre
no era
el hijo
preferido del Dios de la
creación en el paraiso? Explica
tu respuesta.
Buenas tardes profesor, una pregunta habrá algun medio por la cual enviar la actividad
ResponderBorrarLos trabajos se deben enviar a mi correo institucional calucumi@ieinemcali.edu.co
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